La figura del mundo by Juan Villoro

La figura del mundo by Juan Villoro

autor:Juan Villoro [Villoro, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-383-193-2
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2023-03-26T00:00:00+00:00


6

Un puñado de sal

Cuando agonizaba el siglo XX, mi padre convocó a sus hijos a una comida de fin de año en un restaurante de la colonia Condesa. Mis hermanos viven fuera de la Ciudad de México, de modo que la reunión era algo excepcional. En algún momento de la sobremesa, la conversación languideció, como ocurre cuando las cosas urgentes ya se han dicho y escasean las anécdotas de la vida en común.

Para aliviar el silencio, propuse un juego. Siguiendo el ejemplo de la revista Time, debíamos escoger al Hombre o la Mujer del Siglo.

Fiel a su hábito de interrogar antes de responder cualquier cosa, el filósofo dijo:

—¿Por qué habríamos de escoger a una persona?

—Imagina que integramos la redacción de un periódico y debemos decidir quién fue la figura más influyente del siglo XX —opiné con entusiasmo publicitario.

—¿Y qué clase de periódico es ése? —preguntó mi padre con desconfianza.

—No sé, uno hecho por nosotros.

—¿Y por qué habríamos de fundar nosotros un periódico?

—¡Porque ya no tenemos de qué hablar! —comenté con desesperación.

Esto lo hizo reír y aceptó el juego.

La primera candidatura vino de mi hermano Miguel. Doctor en Física, eligió al científico por antonomasia que quiso hallar las llaves del universo: Albert Einstein. Sabiendo que tenía pocas posibilidades de triunfar, yo elegí a un héroe de la contracultura, capaz de cambiar la vida con la música y de calcular cuántos agujeros se necesitan para llenar el Albert Hall: John Lennon. No recuerdo otras propuestas, pero sí el silencio de mi padre. Para animarlo a participar, recitamos nombres de filósofos hasta que habló con el hartazgo de un papá que en una fiesta infantil es acosado por las caricias pegajosas de sus niños:

—¡Claro que no! Ningún filósofo ha sido tan importante —hizo una pausa para que aquilatáramos el peso de sus palabras, y añadió—: En el siglo XX nadie ha sido tan significativo como Gandhi.

La discusión sobre los méritos de los distintos candidatos subió de tono, y la causa fue mi padre. No hay nada más serio que un niño jugando; lo segundo más serio es un filósofo jugando. Mi padre argumentó con tal enjundia que sentimos que, si no le dábamos la razón, se avergonzaría de nosotros.

—¿Saben ustedes lo que significa dar ejemplo? —preguntó.

Un silencio reverencial siguió a sus palabras.

—No estamos juzgando un concepto ni una idea —añadió—, estamos evaluando el peso de una vida. Entender el mundo es más sencillo que cambiar el mundo.

Una vez más comprobamos que ninguno de nosotros podría modificar su parecer. No era un hombre colérico, pero sucumbía con frecuencia a arrebatos de desesperación. En especial, lo alteraban las pequeñeces, las cosas sin mucha importancia. Padecía el dolor, la enfermedad y las pérdidas con estoicismo, pero se irritaba ante las llaves extraviadas, los trámites imprevistos, la música ambiental en un consultorio, los meseros que trataban de llevarse su plato en cuanto dejaba de mover los cubiertos. Sus hijos pertenecíamos a la zona de las molestias menores que sobrellevaba al convertir nuestra presencia en un motivo de interés.



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